martes, 4 de septiembre de 2018
viernes, 20 de julio de 2018
USO "PROGRESISTA" DEL DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA
El idioma
español es patrimonio de la humanidad y, como tal, hay que cuidarlo. Alrededor
de 550 millones de personas lo hablan, es la lengua de más personas en el mundo
después del inglés y el mandarín.
Los
ciudadanos somos los encargados de cuidar nuestro idioma ya que
la función de la RAE se circunscribe a plasmar el
uso de las palabras en el diccionario de
acuerdo con la aceptación de éstas, en la sociedad. De tal manera que, si los medios de comunicación nos
acostumbran el oído a expresiones como “portavoza”, y
no reclamamos, irán a parar al glosario
oficial. Según la RAE, su
uso es incorrecto porque se trata de un vocablo de género común y el sexo de
quien ejerce la portavocía viene indicado por el articulo determinante que le
precede, no en la terminación de la palabra.
Sin embargo, en nuestro
repertorio oficial aparecen “diputada”, “presidenta”, “ministra” que infringen
esta norma. Estos términos se incluyeron por su uso cotidiano. Según este
razonamiento el diccionario se irá rellenando de
todas las jergas que a la gente se le vaya ocurriendo, que generalmente al poco
tiempo van quedando en desuso, ¿Será lógico? ¿En base a qué criterio se
establece que una palabra tiene suficiente aceptación social como para
incorporarla al vocabulario de la RAE? Los medios
de comunicación en manos de radicales
de izquierda pueden imponer, solapadamente, el uso de esos términos y acabar
formando parte de nuestro léxico.
Hay más argumentos para
desechar la feminización
“salvaje” que se está intentando. Para referirnos a la persona que es capaz de
realizar una acción, se utiliza el participio activo del verbo, por ejemplo, la
persona capaz de “presidir” es el presidente; para referirnos al individuo que
“ataca”, se dice “atacante”; el que canta, “cantante”. La terminación “nte”
proviene de “ente” o “entidad”. La excepción para no usar el termino genérico
es cuando, según el género, son palabras diferentes, como es el caso de “vaca”
y “toro”; “caballo” y “yegua”; “pollo” y “gallina”.
Si existen reglas ortográficas y
gramaticales será para cumplirlas ¿No?
Si la única condición para
incorporar palabras al
diccionario es que sean de uso común, entonces pronto
tendremos en el glosario oficial, palabras que se suelen utilizar con un
significado distorsionado. Ejemplo, sendas o sendos, se suele usar como
sinónimo de “muy grande”, cosa que es errada; en lugar de “prejuicio” se dice
“perjuicio”; en lugar de “recatada” hay quienes dicen “rescatada”; al referirse
a “croquetas” muchos dicen “cocretas” ¿Son estas distorsiones dignas de pasar a
nuestro léxico
sólo porque son aceptadas en muchos hablantes del español?
La RAE dice
que para introducir un elemento al diccionario es
porque ha habido una alteración en el uso de los hablantes de la lengua
española ¿Cuántos hablantes? ¿Personas de qué nivel de formación?
La “progresista” que
utilizó “portavoza” en
el congreso, argumentó que se trata de una forma de luchar por la igualdad de
la mujer y que suena raro porque la RAE está formada
mayoritariamente por hombres ¿Entonces habría que crear palabras como
“fiscala”, “comerciala”, “representanta”, “actora”, “agenta”, “corresponsala” y
otras por el estilo?
Cabe preguntarse, ¿Qué aporta
crear vocablos? La mujer necesita mejoras salariales, defensa ante la violencia
de género y otras reivindicaciones importantes en lugar de distraer recursos en
la creación de palabras. Mucho más absurdo es lo que pretende la vicepresidente
y ministro de igualdad al solicitar un informe que determine si la constitución
está redactada en un lenguaje que refleja, por igual, la realidad de hombres y
mujeres con miras a modificar su redacción por un lenguaje inclusivo.
Siendo justos, puede que
miembros del colectivo LGBTI
no se sientan identificados como “ciudadano” ni
como “ciudadana”, por
ello, habría entonces que inventar, por ejemplo, “ciudadabi” para referirnos a
bisexuales y de forma similar otro término para las demás tendencias.
De modo que, para mencionar en
cada artículo de la constitución, al “ciudadano”, no
sólo hay que agregar “ciudadana”,
sino un término especial para representar a los miembros de cada orientación
sexual e identidad de género, con lo cual, el texto de nuestra carta magna
sería aún más ilegible de lo que actualmente es.
Entonces, el panorama a futuro
del idioma
español no es nítido. Mientras la RAE
relaja las normas, los medios
de comunicación y los colegios utilizan a menudo lenguaje
coloquial, las redes sociales se suelen utilizar sin cumplir las reglas ortográficas y
gramaticales, por su
parte, hay quienes no relajan la presión por distorsionar todo lo establecido.
Incluso se organizan como, por ejemplo, el seminario de investigación en
lenguas y lenguajes, creado hace cinco años, llamado Euraca, que propone el
“asilvestramiento de lenguas y bocas” para romper con la autoridad lingüística.
Además, siendo estrictos, se
ha invisibilizado al hombre, por siglos, a través del nombre de ciertas
profesiones, que se han usado en femenino y que serían disonantes al masculinizarlas,
como las siguientes:
Documentalisto, especialisto,
economisto, dietisto, dentisto, analisto, comentaristo, estratego,
recepcionisto, deportisto, atleto, futbolisto,
beisbolisto, ajedrecisto, voleibolisto, piragüisto, basquetbolisto, surfisto, tenisto, gimnasto,
karateko, alpinisto, motociclisto, ciclisto, esgrimisto, golfisto y un amplio
etc.
Si
no cuidamos nuestro idioma acabaremos diciendo o escribiendo textos
como este:
“Esta mañana la chofera llevó a mi hijo al colegio, pero no pudo entrar. Las estudiantas tenían bloqueado el acceso porque vieron un video hecho por unos documentalistos, basados en especialistos del comportamiento que argumentaban que la educación actual las induce a estudiar carreras machistos. Algunas quieren ser delineantas, detectivas, corresponsalas, mientras a los chicos los orientan a ser economistos, dentistos o dietistos”.
@ILONKADAS 20/07/2018
viernes, 6 de julio de 2018
NORMAS BÁSICAS DEL BUEN INTERNAUTA
NORMAS BÁSICAS DEL
BUEN INTERNAUTA
No son las redes sociales las que están acabando con la ortografía
ni la gramática. Tampoco son la web ni la TV los que saturan los medios con mensajes insustanciales o divulgan información falsa, obviamente, somos
nosotros.
Si aplicamos buen criterio al
intercambiar contenidos bien elaborados nuestra comunicación no sólo será
eficiente y efectiva, sino que aportará valor al interlocutor.
Debemos evaluar si cada mensaje que emitimos aporta
conocimientos o información válida
a nuestros destinatarios. Es agradable compartir imágenes o videos divertidos,
pero hay que dosificarlos para no quitar demasiado tiempo al receptor y éste acabe
por no tomarnos en cuenta.
La información es un grupo de datos con significado que
permite organizar acciones o toma de decisiones para la vida cotidiana, sin
embargo, hemos convertido los medios informáticos en receptáculos de contenidos
sin significado, inconexos y con escaso valor. Estamos intercambiando tal
cantidad de datos que muchas veces obstruyen el flujo de información.
Al utilizar las redes sociales, el buen internauta debe contemplar las
siguientes consideraciones.
AL EMITIR UN MENSAJE (EL HABLANTE)
·
Si no se domina el tema o no se tiene suficientes
elementos para emitir conceptos, hay que documentarse y la manera más práctica sería
consultar, vía web, en páginas oficiales, acreditadas o de buena reputación.
·
Si el mensaje
es retransmitido, aunque sea supuestamente de fuente confiable,
o
Consultar varias fuentes para validarlo.
§
Comentarlo con los más allegados que puedan
haber recibido algo parecido, antes de retransmitirlo a gran cantidad de
personas ya que puede tratarse de noticias falsas (“bulo”) para distorsionar la
realidad.
§
Evitar en los chats al usuario (“trol”) que
publica ofensas o mentiras para manipular emociones o voluntades.
§
Identificar medios que se utilizan para generar
una matriz de opinión sesgada de acuerdo con determinados intereses.
·
Ya sea propio o retransmitido, si no se puede
verificar la veracidad del texto, el emisor debe comentar que, aunque no se ha
validado la fuente, cree conveniente investigar al respecto.
·
Seleccionar adecuadamente el medio para
transmitir contenido.
o
El “chat” es un intercambio de mensajes cortos, una conversación entre dos o varias personas. Si el
texto, por ejemplo, a través de WhatsApp, es muy extenso suele pasar
desapercibido por falta de interés y/o de tiempo, rompiendo la comunicación.
·
Cuidar la privacidad de los que participan del flujo
de mensajes.
o
Si se trata del reenvió de emails, eliminar los
correos de los destinatarios anteriores ya que esto se presta al robo de
direcciones electrónicas.
·
Utilizar lo mejor posible el idioma para evitar
malentendidos y no dar mala impresión al interlocutor. Algunas reglas que se
suelen ignorar son las siguientes:
o
Los signos de exclamación, en castellano, son
dos “¡” para abrir y “!” para cerrar.
o
Los signos de interrogación, en castellano, son
dos “¿” para abrir y “?” para cerrar.
o
Las oraciones deben comenzar con mayúscula, así
como los nombres propios.
o
Se debe utilizar “Qué”, “Cómo”, “Cuál”, “Dónde”,
“Quién” al expresar interrogaciones.
o
No omitir las “s” en palabras como “vamos”,
“entonces” y muchas otras.
o
No omitir las “h” en palabras como “hueco”,
“hielo” y muchas otras.
o
No omitir la tilde en palabras como “pájaros” o
en el tiempo pasado de los verbos.
o
Usar las comas puede evitar confusiones. Por ejemplo,
es distinto decir “No tengo hambre” a decir “No, tengo hambre”.
AL RECIBIR UN MENSAJE (EL OYENTE)
·
Aplicar la escucha activa implica, por ejemplo,
responder todo lo que se pregunta o, al menos, notificar que se ha tomado en
cuenta el texto completo. Es una falta de consideración dejar cabos sueltos en
la comunicación, es
como dejar al interlocutor con la palabra en la boca. Debemos, por cortesía,
notificar al otro que hemos leído y considerado sus preguntas, aunque no se tengan
las respuestas.
·
Respeto y tolerancia ante opiniones ajenas.
Tanto el hablante como el oyente deben generar un ambiente cordial para disfrutar
un diálogo ameno y enriquecedor.
La calidad de nuestra comunicación merece un esfuerzo que cuesta poco, pero dice mucho.
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