lunes, 26 de octubre de 2020

¿Se puede ser Apolítico?

 

Es la actitud de quien se siente ajeno o se desentiende de la política. 

PERO ¿Alguien puede decir, (y creérselo), que no le afecta la política?

La política no pertenece a un área de conocimiento, distante de la vida diaria, de la cual podamos abstraernos.

Es como decir “no me gusta el clima”. Una cosa es que no se quiera estudiar o dedicarse a la meteorología y otra es que uno pueda desentenderse del clima como si fuese algo ajeno al día a día.

Cualquier decisión de los políticos tiene una importante repercusión en la vida de los “gobernados”. Por otra parte, la actitud que asumimos los ciudadanos influye en las políticas que aplique el gobierno, incluso cuando pretendemos ser apolíticos.

Nos vemos involucrados, queriéndolo o no, con la política, tanto como con la economía, la tecnología, la medicina, y otros temas.

Desentenderse de la política es como intentar tapar el sol con un dedo, dejándose llevar hasta que las circunstancias nos perjudiquen directamente. No es fácil tomar parte activa en ella ya que implica reconocer que nos afecta; conocer el pasado para no repetir los errores; estar informado; participar en la medida de nuestras posibilidades; contrastar opiniones para formarnos un criterio; transmitir ideas a nuestros hijos y allegados para tratar de crear conciencia en nuestro entorno. No es sólo votar. Votemos o no, asumimos una actitud política, aún sin desearlo.

Sin proponernos, desde el momento que interactuamos con otros seres humanos, somos actores políticos. Aun si evitamos mirar las tremendas injusticias del poder, estamos asumiendo una actitud política porque tanto la participación como lo contrario influye en nuestras vidas y en las de los demás.

Como dijo Aristóteles, “El hombre es, por naturaleza, un animal político”.

Los venezolanos perdimos la democracia por no asumir activamente nuestro rol ciudadano, pero en cuanto la recobremos, podremos salir a reclamar, cuando y como corresponde, a las irregularidades que suelen cometer los gobiernos de todas las tendencias.

Como dijo Gandhi, “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.

A los políticos les conviene que sintamos que la política es solo cosa de políticos, que hagamos lo que hagamos, votemos por quien votemos, nada va a cambiar. Les conviene desmovilizar a la sociedad, que seamos apáticos y los dejemos hacer lo que a ellos les parezca. Sólo somos importantes para el voto, de resto a seguir produciendo para que no falte dinero en las arcas públicas. Nos quieren lejos de los espacios donde se toman las decisiones que nos afectan. Cuanto menos nos enteremos de sus manejos mejor.

En política hay ciclos como los hay en la vida de cualquier ser humano. Tras las dictaduras resurge el ansia de participación ciudadana, luego aparece la alternancia de poder entre dos partidos, de la conveniencia mutua de llevarse bien para no hacerse daño, surgen componendas corruptas. Ambos grupos políticos abusan por la complicidad que tienen de permanecer en el poder y, cuando están engolosinados, surge un tercer partido político que denuncia lo que es obvio y promete lo que todos deseamos escuchar. El tercer partido suele autodenominarse “formación” para diferenciarse de los indeseables partidos políticos, se posiciona como antipolítico para que todos los que dicen ser apolíticos se identifiquen con él, se alimenta de las frustraciones acumuladas y toma posiciones radicales, ya sea de derecha o izquierda, al poco tiempo vuelve a empezar la tiranía, la dictadura o ambas.

Peligros de la Anti Política

Anti-Política es el desprestigio a la política y a los políticos; es la desesperanza y la frustración generalizada del ciudadano. Esta manera de percibir al país resulta peligrosa porque el “Mesías Político” encuentra las condiciones ideales para ganar altos cargos, incluso la presidencia, con argumentos antisistema y “progresistas”. Puede darse el caso de que se trate de alguien que no ha hecho carrera política, que, además, no se rodea de profesionales cabales que le puedan asesorar. Capitaliza la impotencia del ciudadano que reacciona en las elecciones de tres formas posibles: le cree porque quiere creer en alguien, aplica el voto-castigo o se abstiene. En estas condiciones, lo más probable es que surja un nefasto “chavismo” que aplica medidas “estrafalarias” y desatinadas que solamente empeoran la situación y generan graves problemas.

Rol de los partidos políticos

La corrupción no castigada alimenta la Anti política. Lamentablemente, los políticos interpretan su partido como un club de “amigos para siempre” donde el ciudadano, que debería ser el objeto central de su gestión, no juega ningún rol. Ante los señalamientos de irregularidades, es precisamente el presidente del partido el que respalda incondicionalmente a sus compañeros, anteponiendo sus afectos partidistas a la misión que debe cumplir, incluso, como en España, cuando el presidente del partido de gobierno es además el presidente del país.

Uno de los objetivos de los partidos es promover la participación ciudadana en la vida democrática pero estas actitudes desaniman la participación ya que parece que la misión de “cumplir y hacer cumplir las leyes” sólo aplica a los que no son miembros del “club”. La posición del presidente debería ser “que se cumpla la justicia, aunque afecte a mis compañeros de partido”, incluso pidiendo la renuncia a quienes estén incursos en situaciones ilegales.

Seguir siendo espectadores impasibles solamente fortalece a los abusadores.

Ahora, con la tecnología como aliada, todos podemos sacar nuestro espíritu de “reportero” y “periodista” para denunciar, de forma consciente y objetiva, las injusticias del poder.

Nadie es, ni puede ser, apolítico porque, hagamos o no hagamos, influimos decisivamente en el modelo social que padecemos y/o disfrutamos

MALA FAMA DE LOS POLÍTICOS




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