El idioma español es patrimonio de la humanidad y, como tal, hay que cuidarlo. Alrededor de 550 millones de personas lo hablan, es la lengua de más personas en el mundo después del inglés y el mandarín.
Los
ciudadanos somos los encargados de cuidar nuestro idioma ya que
la función de la RAE se circunscribe a plasmar el
uso de las palabras en el diccionario de
acuerdo con la aceptación de éstas, en la sociedad. De tal manera que, si los medios de comunicación nos
acostumbran el oído a expresiones como “portavoza”, y
no reclamamos, irán a parar al glosario
oficial. Según la RAE, su
uso es incorrecto porque se trata de un vocablo de género común y el sexo de
quien ejerce la portavocía viene indicado por el articulo determinante que le
precede, no en la terminación de la palabra.
Sin embargo, en nuestro repertorio
oficial aparecen “diputada”, “presidenta”, “ministra” que infringen esta norma.
Estos términos se incluyeron por su uso cotidiano. Según este razonamiento el diccionario se irá
rellenando de todas las jergas que a la gente se le vaya ocurriendo, que generalmente
al poco tiempo van quedando en desuso, ¿Será lógico? ¿En base a qué criterio se
establece que una palabra tiene suficiente aceptación social como para
incorporarla al vocabulario de la
RAE? Los medios de comunicación en manos de radicales de izquierda pueden
imponer, solapadamente, el uso de esos términos y acabar formando parte de
nuestro léxico.
Hay más argumentos para
desechar la feminización
“salvaje” que se está intentando. Para referirnos a la persona que es capaz de
realizar una acción, se utiliza el participio activo del verbo, por ejemplo, la
persona capaz de “presidir” es el presidente; para referirnos al individuo que
“ataca”, se dice “atacante”; el que canta, “cantante”. La terminación “nte”
proviene de “ente” o “entidad”. La excepción para no usar el termino genérico
es cuando, según el género, son palabras diferentes, como es el caso de “vaca”
y “toro”; “caballo” y “yegua”; “pollo” y “gallina”.
Si existen reglas ortográficas y
gramaticales será para cumplirlas ¿No?
Si la única condición para
incorporar palabras al
diccionario es que sean de uso común, entonces pronto
tendremos en el glosario oficial, palabras que se suelen utilizar con un
significado distorsionado. Ejemplo, sendas o sendos, se suele usar como
sinónimo de “muy grande”, cosa que es errada; en lugar de “prejuicio” se dice
“perjuicio”; en lugar de “recatada” hay quienes dicen “rescatada”; al referirse
a “croquetas” muchos dicen “cocretas” ¿Son estas distorsiones dignas de pasar a
nuestro léxico
sólo porque son aceptadas en muchos hablantes del español?
La RAE dice
que para introducir un elemento al diccionario es
porque ha habido una alteración en el uso de los hablantes de la lengua
española ¿Cuántos hablantes? ¿Personas de qué nivel de formación?
La “progresista” que
utilizó “portavoza” en
el congreso, argumentó que se trata de una forma de luchar por la igualdad de
la mujer y que suena raro porque la RAE está formada
mayoritariamente por hombres ¿Entonces habría que crear palabras como
“fiscala”, “comerciala”, “representanta”, “actora”, “agenta”, “corresponsala” y
otras por el estilo?
Cabe preguntarse, ¿Qué aporta
crear vocablos? La mujer necesita mejoras salariales, defensa ante la violencia
de género y otras reivindicaciones importantes en lugar de distraer recursos en
la creación de palabras. Mucho más absurdo es lo que pretende la vicepresidente
y ministro de igualdad al solicitar un informe que determine si la constitución
está redactada en un lenguaje que refleja, por igual, la realidad de hombres y
mujeres con miras a modificar su redacción por un lenguaje inclusivo.
Siendo justos, puede que
miembros del colectivo LGBTI
no se sientan identificados como “ciudadano” ni
como “ciudadana”, por
ello, habría entonces que inventar, por ejemplo, “ciudadabi” para referirnos a
bisexuales y de forma similar otro término para las demás tendencias.
De modo que, para mencionar en
cada artículo de la constitución, al “ciudadano”, no
sólo hay que agregar “ciudadana”,
sino un término especial para representar a los miembros de cada orientación
sexual e identidad de género, con lo cual, el texto de nuestra carta magna
sería aún más ilegible de lo que actualmente es.
Entonces, el panorama a futuro
del idioma
español no es nítido. Mientras la RAE
relaja las normas, los medios
de comunicación y los colegios utilizan a menudo lenguaje
coloquial, las redes sociales se suelen utilizar sin cumplir las reglas ortográficas y
gramaticales, por su
parte, hay quienes no relajan la presión por distorsionar todo lo establecido.
Incluso se organizan como, por ejemplo, el seminario de investigación en
lenguas y lenguajes, creado hace cinco años, llamado Euraca, que propone el
“asilvestramiento de lenguas y bocas” para romper con la autoridad lingüística.
Además, siendo estrictos, se
ha invisibilizado al hombre, por siglos, a través del nombre de ciertas
profesiones, que se han usado en femenino y que serían disonantes al masculinizarlas,
como las siguientes:
Documentalisto, especialisto,
economisto, dietisto, dentisto, analisto, comentaristo, estratego,
recepcionisto, deportisto, atleto, futbolisto,
beisbolisto, ajedrecisto, voleibolisto, piragüisto, basquetbolisto, surfisto, tenisto, gimnasto,
karateko, alpinisto, motociclisto, ciclisto, esgrimisto, golfisto y un amplio
etc.
Si
no cuidamos nuestro idioma acabaremos diciendo o escribiendo textos
como este:
“Esta mañana la
chofera llevó a mi hijo al colegio, pero no pudo entrar. Las estudiantas tenían
bloqueado el acceso porque vieron un video hecho por unos documentalistos,
basados en especialistos del comportamiento que argumentaban que la educación
actual las induce a estudiar carreras machistos. Algunas quieren ser delineantas,
detectivas, corresponsalas, mientras a los chicos los orientan a ser
economistos, dentistos o dietistos”.
@ILONKADAS 20/07/2018
Publicado en:
https://liverdades.com/uso-progresista-del-diccionario-de-la-lengua-espanola/